Agua
Sucedió cuando me dispuse a tomar una ducha.
Llevaba diez minutos y el agua seguia fría. Reñí a mi madre por no tener el calentador puesto (cuando ella no tenía en mente que yo me fuese a duchar, por lo tanto no era su culpa) y de la frustración y cansancio que llevaba cargando todo el día, me eché a llorar.
Después de tanto tiempo lloré, muchísimo, sin tener una razón clara por la cual mis lágrimas debian derramarse con tanta intensidad. Estaba tan enfadada conmigo misma, culpando a todo a mi alrededor por haber sido tan tonta -y asimismo culpando algo como el agua-. Y ésta encima seguía saliendo fría y me molestaba tanto, tantísimo que las cosas no saliesen a mi manera.
Como por mucho que me esfuerce seguía apareciendo el mismo patrón y yo no podía hacer nada para remediarlo ( o al menos no me gustaba el método para el remedio).
Me senté en la ducha y esperé, esperé mientras el agua me helaba los huesos y me erizaba la piel. Dolía tanto y pensé en si la vida era merecedora de ser vivida con tanto sufrimiento. Pero dentro de mi surgió un pequeño hilo de voz que me decía:
¿La vida cómo se debe vivir sino? ¿Plena y feliz? ¿Cómo sabes tú cuándo eres feliz?
Y entonces lo supe. Soy feliz cuando estoy libre de sufrimiento, de dolor, de tristeza, de frustración. Pero si no sé ni vivo esas emociones, jamás sabré cuándo estoy siendo feliz. Porque al final el yin no puede existir sin el yang. Si yo no vivo y padezco todo aquello malo de la vida, jamás sabré cuándo viviré lo bueno ni sentiré la gratificación que ese me provoca.
Si vivo toda una vida consiguiendo todo sin esfuerzo alguno, viviendo una vida llena de éxito, jamás me sentiré realizada. Pero si suffro el fracaso, el dolor, el esfuerzo y el sudor que resbale por mi frente hasta conseguir el éxito, ahí y solo ahí será cuando lo disfrute y sea feliz.
Y me di cuenta que por muy fría que estuviese el agua, y por muy doloroso que se sintiese, cada vez lo soportaba más y me parecía menos fría. Me estaba acostumbrando al dolor, porque en el fondo sabía que con ese esfuerzo el agua caliente saldría. Y no me hubiese sentido tan bien de recibir agua caliente si previamente no hubiese sentido el agua fría, incluso lo odiaría y pondría algo de frío en el agua.
Porque no somos agradecidos a menos que nos hagan ver y sentir lo desgraciada que puede llegar a ser la vida.
La vida no es fácil, no es libre de sufrimiento. Si así lo fuese, jamás me sentiría feliz.
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