Agua
Sucedió cuando me dispuse a tomar una ducha. Llevaba diez minutos y el agua seguia fría. Reñí a mi madre por no tener el calentador puesto (cuando ella no tenía en mente que yo me fuese a duchar, por lo tanto no era su culpa) y de la frustración y cansancio que llevaba cargando todo el día, me eché a llorar. Después de tanto tiempo lloré, muchísimo, sin tener una razón clara por la cual mis lágrimas debian derramarse con tanta intensidad. Estaba tan enfadada conmigo misma, culpando a todo a mi alrededor por haber sido tan tonta -y asimismo culpando algo como el agua-. Y ésta encima seguía saliendo fría y me molestaba tanto, tantísimo que las cosas no saliesen a mi manera. Como por mucho que me esfuerce seguía apareciendo el mismo patrón y yo no podía hacer nada para remediarlo ( o al menos no me gustaba el método para el remedio). Me senté en la ducha y esperé, esperé mientras el agua me helaba los huesos y me erizaba la piel. Dolía tanto y pensé en si la vida era merecedora...